AP- El reconocimiento al maestro es básico
OM- Básico y reconfortante para todos los que nos dedicamos a la
docencia… Por eso que muchos alumnos en los cursos de máster te llamen profe querido) sólo prueba aquello que
ven los alumnos, que te implicas con ellos, que llegas al despacho, después de las
clases, y, no tendrías por qué, pero les envías mails personalizados de cómo
mejorar cada proyecto. Yo, a veces, también pienso que los que nos dedicamos a
dar clases, lo que debemos de hacer es intentar que cada proyecto de cada
alumno sea mejor en la línea que el alumno ha escogido, no que sea parecido a
lo que yo haría, porque, entonces, todo el mundo haría lo que yo hago. Creo que
es importante que nadie sepa lo que yo hago ni lo que a mí me gusta sino que,
después de pasar por mis manos, tengan la sensación de que han aprendido mucho
y de que son mejores arquitectos (y mejores personas), en la línea que ellos
quieren seguir: eso lo tengo muy claro. Creo que por eso, igual está mal
decirlo, soy un profesor muy querido por los alumnos, porque te entregas de una
manera brutal. Me acuerdo, ahora, de Antonio Paz, un profesor que tuvimos de
física en primero de carrera que decía que la
enseñanza es siempre insuficiente excepto en aquellos casos en los que es
absolutamente innecesaria. Pues, a pesar de eso, me gusta dar clases.
Tengo cada año un centenar
de nuevos alumnos e intento hacer siempre el esfuerzo de verme a su edad y me
doy cuenta de que la gente, hoy en día, son mucho mejores que lo que yo era a
su edad. A veces, como gato viejo, les insuflas, les preguntas cosas, porque
tienes tus propias neuras y quieres ver qué efecto le hace, y entonces ves que
cada cual responde de manera diferente; a veces se las explico a posteriori y
les digo: a pesar de que no hayáis
entendido algunas de las cosas que os he dicho ahora, de aquí a unos años las
entenderéis. Un día hice el recuento y yo, desde que acabé la carrera, he
tenido ya más de 3.000 alumnos… Y no me refiero a gente que ha asistido a
conferencias mías, sino a alumnos, con nombre y apellidos, a los que he tenido
que poner nota!. Eso, entre cursos en otros países y los que imparto aquí, Hubo
un año en el que, sólo en la Escuela Elisava, daba hasta seis cursos con seis
temarios diferentes… hasta que llegó un momento en el que me dije esto lo quiero escribir, no lo quiero seguir
repitiendo, año tras año: hay un momento en el que yo pensé: ¿cómo me veo de aquí a cinco años?... y
no me veía dando esa asignatura. Siempre hago ese ejercicio en la vida,
programo mis trabajos a nivel de días, a nivel de semanas, a nivel de meses y a
nivel de años, porque siempre hay unos trabajos que tienes que hacer de a diario
y que, si no llego a hacerlos, los viernes por la tarde, cuando ya no queda
gente en el despacho, o los fines de semana que trabajo habitualmente, me
dedico a completarlos… Pero hay trabajos que, como las carreras de fondo, los
incluyo en otro tipo de listas, en las de cosas a hacer a lo largo de las
próximas semanas o meses y así tengo mis plantillas para llevar el control,
incluso de qué libros leo o qué películas veo…
Tengo todo absolutamente
ordenado, soy híper-ordenado. Tengo más de 25.000 libros y los tengo todos clasificados
porque si no, no sabría qué tengo y dónde lo tengo, y este mismo orden es el
que te permite saber que, antes de final de año, ahora que se acerca, quiero
hacer esto o aquello, porque hay trabajos que sí son del día a día, pero, lo
que no quiero, es que el día a día se me coma. Hay una frase que un ingeniero
me dijo en una obra y me pareció fantástica hablando de un cliente común y que
decía: “no dejes que lo urgente pase por
delante de lo importante” (lo he contado al inicio de esta entrevista) y,
lo que pasa es que lo que es urgente un día, cuando han pasado dos días y no
has podido hacerlo, cuando ya no te lo reclaman, te das cuenta de que sólo era
urgente, no era importante. Porque lo importante, lo único importante, es que
el edificio quede bien, que funcione como edificio más allá de las prestaciones
a las que también debe de responder.
Recuerdo, una vez, acabando
la reforma integral del Centro Comercial La Illa Diagonal, cuando estábamos a
punto de inaugurar, hubo un problema con un aire acondicionado que no cabía en
uno de los diseños que habíamos hecho para las puertas de acceso y quedé para
hablar con el ingeniero de la obra porque el industrial me dijo que teníamos un problema gravísimo. El
ingeniero me dijo que eso no era un
problema gravísimo, “¿qué pasa, que choca con la costilla que tu habías
previsto?, pues cortamos la costilla o le quitamos la carcasa a la máquina”.
Hay un momento en el que entendemos
que los arquitectos estamos en las obras para solucionar los problemas que surjan,
no para complicarlas más. Si uno tiene claro estas cosas y si, sobre todo, es
capaz de verse desde fuera, este ejercicio lo hago casi cada día: ¿dónde me veo de aquí a unos años?, ¿qué
quiero hacer y qué querré hacer mañana?, y eso es lo que me ha permitido
dejar de hacer una cosas o, empezar otras que, después, al final, me doy cuenta
que he llegado a hacer porque me lo había planteado antes: quiero escribir un
libro sobre esto, y lo tengo allí planteado y lo voy haciendo, con
independencia del día a día y del trabajo que necesites. Lo que creo es que las
cosas que a uno no le apetece hacer, las va dejando y como llega un momento en
el que por narices las tienes que hacer, pues, si las tienes que hacer, las
haces, y, al final, cumples, porque toca cumplir. Yo creo que es importantísimo,
por ejemplo, toda esa previsión en mi política de irme a construir a otros
países, de ir a dar clases, cada año, a Latinoamérica, de cada año publicar un
libro (desde el año 2007, tenemos ya 8 monografías del despacho sobre diversos
temas, que son unas cuantas ya)… el tema es no repetirse nunca. Y hacer sólo lo
que otros no pueden hacer por ti.
Recuerdo que una vez que volví
de Urbino, iba con Enric (Miralles) en coche, después de dar la conferencia en
Barcelona a hacerlo en la Escuela del Vallés y me dijo Enric: “què els explicaràs en aquí?”y dije: “… pues lo mismo que he explicado aquí,
porque son un público que también quiere ir a Urbino” y me dijo que me prohibía que explicara esto y lo otro.
Yo le contesté que era lo más gracioso y había tenido mucho éxito. Te prohíbo que lo digas, lo has de hacer
todo nuevo. Allí me enseñó una actitud. Luego, mucho después, leo una
entrevista de Babelia de Herzog & de Meuron, en la que decían lo nuestro es hacerlo siempre igual, que es
hacerlo siempre diferente y, al final, es un poco eso. Al final, te das
cuenta de que, con todos los maestros a los que antes nombraba, lo que compartes
son actitudes, preocupaciones, igual no el talento, pero compartes otras muchas
otras cosas y a mí ya me vale. Yo cuando era joven quería ser más inteligente,
hoy queriéndolo ser, no es un tema que me preocupe porque, con lo que tengo,
pienso que ya puedo hacer lo que tengo que hacer.
Tener posesiones materiales
nunca me lo planteé, por otro lado. Cuando yo estudiaba y me pasaba el día
leyendo a Borges, a Vicente Alexandre y a toda una serie de gente, mi padre me
decía que cómo perdía el tiempo leyendo
tantas horas a escritores que no eran arquitectos y yo le decía que si un día quería ganar dinero con las mismas
ganas con las que entonces tenía de aprender, ya lo ganaría. No, nunca ha
sido un objetivo ganar dinero, como tampoco lo ha sido tener una casa fuera de
Barcelona, eso llegó “por añadidura” pero nunca fue un objetivo. Lo que siempre
ha sido (y continua siendo) un objetivo, ha sido hacer que las obras se
expliquen por sí mismas y estén bien; y eso, uno, íntimamente, lo sabe cuando
están bien o no están bien, no hace falta que te lo digan los otros, no te
puedes hacer trampas al solitario. Incluso
con clientes que te dicen está perfecto, tal o cual obra,…tú sabes dónde no lo
has hecho bien, donde te ha faltado intensidad o aquella solución en la que no
has dado la talla.
AP- De alguna manera es como un hijo tuyo……..
OM- Sí, pero en la medida en la que es hijo mío, lo es también de
todos los que han participado en la construcción. Los contratistas hablan,
entre ellos, diciendo esta obra es de Xedex, de Penta o de Ferrovial. En cambio
los arquitectos decimos que es de Pep Llinàs, de los Terradas o de Ferrater. Y
los promotores dicen que es de Metrovacesa, de Levante,
de
Colonial o de quien fuere,… ¿por qué? Pues porque cada cual habla de los de su
especie. Esto es algo que a veces me hace pensar cómo, de hecho, todos somos
dueños de todo, cada cual en lo suyo. Al final, no hay nada más bonito que los
otros hagan suyas tus ideas que, al final, dejan de ser tuyas. Esto es muy
gratificante. Con el tipo de carácter que tengo, me es más fácil, seguramente,
que a otros arquitectos, pero sí, es muy gratificante.
En nuestro mundo hay muchas
veces unos egos desmedidos y unas tonterías del tipo esto lo he hecho YO, que cansa: parece que el yo está por encima de
no sé qué, y nuestra disciplina es coral. Yo tengo claro que, sin la gente que
tengo no podríamos hacer lo que hacemos, sin los clientes no podríamos hacer lo
que hacemos, sin tantas cosas no podríamos hacer lo que hacemos. Tanto es así
que siempre lo comparo con una anécdota muy bonita que es la del pájaro: el pájaro
se queja del aire porque dice que le produce rozamiento cuando vuela y,
entonces, se cansa, pero lo que no sabe es que, sin el aire, no podría volar, que
se aguanta gracias al rozamiento. Todas las cosas que nos molestan o nos
entorpecen son las que nos permiten después seguir, lo tienes que asumir y como
dicen los franceses “il faut jouer avec”
o los ingleses “we have to deal with”.
Y a partir de ahí saber para dónde tirar, saber navegar con tu barco.
AP- La
internacionalización aparece junto con la innovación como dos caminos recomendables
para afrontar el futuro de nuestra profesión
¿qué papel juegan y han jugado una y otra en su estudio?
OM- Yo diría que la internacionalización es algo que nosotros hemos
practicado ya desde el año 88, hace ya casi 30 años, cuando construí mi primera
plaza en Francia en Blagnac. No lejos de ahí, en el año 93, nos dieron un primer
premio de vivienda social en Francia por una manzana de protección oficial (HLM)
que hicimos en Toulouse. Y así, desde entonces…
A mí, salir fuera,
construir en lo que otros llaman el extranjero, me ha parecido lo más natural.
Cuando uno habla unos cuantos idiomas, no me ha parecido que el extranjero sea
extranjero porque, al final, es tu casa allá en donde te ganas la vida. Y, al
final, si me dijeras de construir un edificio en Londres o hacerlo en
Barcelona, yo igual hasta prefiero irme a Londres. Quiero decir que hay gente
que diría “qué coñazo coger aviones”
pero a mí estas cosas de viajar siempre me ha gustado y nunca me ha dado
ninguna pereza, ni por razón del idioma, ni por lugar, ni por donde fuera.
Evidentemente, no te vas a ir a Rusia a hacer la reforma de un piso pero, un
día ganamos un concurso muy grande en Rusia que deberíamos de haber hecho, y,
al final, no se ha hecho porque la crisis del rublo ha parado el tema, como
tantas otras cosas (nos creemos que sólo tenemos crisis nosotros). Salid fuera
y veréis.
La internacionalización, en
mi caso, no ha sido tanto pues una necesidad de salir cuando el trabajo ha
disminuido, sino ya una vocación temprana, con lo cual, cuando ya estabas
fuera, pues has potenciado más tu rama de estar fuera. Antes yo decía medio en
broma que mis proyectos en Francia eran “amores
de verano” porque eran cosas esporádicas que iban saliendo a través de los
respectivos socios locales (el socio local es fundamental cuando se trata de
construir fuera), pero ya llegó un momento en el que dije nos lo vamos a tomar en serio, y así fue como me colegié en Lyon, y
hemos estado trabajando como locales, como arquitectos
franceses de origen de Barcelona, con todos los papeles en regla para
construir y firmar fuera.
Evidentemente que todo esto
te abre puertas pero, lo que aquí quisiera decir es una cosa que aprendí de mi amigo
Mario Corea en una mesa redonda que compartimos en un encuentro organizado por el
Grupo Vía, en el que dijo, con su profundo acento argentino: “Octavio, vos y yo nos internacionalizamos,
pero los jóvenes emigran”. Claro, yo me voy a Londres y vuelvo a dormir a
casa, y me voy a Suiza y tengo allí un equipo destacado, pero vuelvo a dormir a
casa en el día, excepto si me quiero quedar un fin de semana para ver
exposiciones o porque quiero ir a ver la obra de SANAA en Lausana, pero yo voy
y vengo y, al final, tienes y firmas tu trayectoria desde aquí. Pero, si yo
tuviera 25 años y no tuviera trabajo, la relación sería otra porque a todo le
llamamos internacionalización, como a todo se le llama, a veces, trabajo. Creo
que estas cosas es importante dejarlas claras.
En cuestión de innovación, deberíamos
distinguir muy bien si se trata de una innovación técnica o si, por el
contrario, es una innovación formal. Innovar es realmente muy difícil a pesar
de que todas las obras respondan a un contexto concreto y un programa concreto,
un cliente concreto y un lugar concreto. Pero sí que es cierto que, muchas
veces, la innovación está ligada a la obligación normativa, quiero decir que el
cliente, en el momento que es normativo que ponga placas solares, pone placas
solares, no es que eso sea una innovación, y ya me entiendes lo que quiero
decir. El cliente querrá ser sostenible
desde el momento en que eso le permita tener un sello y
éste le hará que alquile las oficinas más caras o que venda las fábricas a un
precio diferente porque se posicionará, de otra manera, en el mercado.
Si esto no fuera así, si la
sociedad no tuviera esta sensibilidad que nos lleva hacia una gestión de
recursos que, por otro lado, es absolutamente necesaria, hay un momento en el
que mucha gente no incluiría estas innovaciones porque les está bien y piensan
que, al final, lo van a vender igual, que es lo que ha pasado con estos años de
gran producción que ha habido, no sé si es bueno o malo porque, al final, se
han hecho muchas cosas bien y se han hecho muchas mal también. Por eso, en
cuestión de innovación, yo creo que hay que diferenciar muy bien entre lo que
es una innovación desde dentro de la propia disciplina. Por eso todos nuestros
últimos edificios son Leed Oro o Passive haus con lo cual digamos no eres una
persona ajena a esto y, en este momento, tienes claro muchas cosas que antes no
sabías o no tenías claras. Pero, sobre todo, también tengo claro que la
arquitectura tiene que ser sostenible desde su propia disciplina
arquitectónica, y cuando un proyecto acaba siendo una mierda porque está mal
integrado pero resulta que el consumo es cero, seguramente no me interesa hacer
ese tipo de proyecto, como arquitecto. Seguramente, la arquitectura
tradicional, la de toda la vida, la de la masía de piedra de paredes de 80 cm
de grosor, ésa siempre ha sido sostenible. La política se mueve por slogans: “unos son paro y corrupción…y nosotros
regeneración y futuro”, me da igual el partido, el que tú quieras; pero sí
creo que la arquitectura no debiera de moverse por ese tipo de slogans. Cuantos
más adjetivos le pongamos a la arquitectura peor.
AP- Yo planteo la innovación como una regeneración de ideas que
tiene mucho que ver con lo que has dicho tú antes: estar siempre expectante a
los que dicen y hacen unos y otros, escuchar, para acabarlas incorporando de
una forma natural a lo que estás haciendo. Para mí, eso es innovar, algo que
viene de una reflexión que permite aplicar ideas tuyas o de otros, en nuevos
lugares.
OM- Sin duda. Desde ese punto de vista que tú dices, lo que es
interesante es ver cómo las ciencias y las artes se pueden fecundar las unas y
las otras, como hay un trasvase de conocimiento de la biología hacia la
arquitectura, pero también de la sociología u otras disciplinas.
Cuando di el discurso de la
puesta de la primera piedra del edificio
de la dirección del CERN (allá son muy formales y estos acontecimientos son una
auténtica fiesta) y al tener que hablar, en tanto que arquitecto (por una
cuestión de idioma, hablé yo y no mi socio y coautor del edificio, Francesco
Soppelsa). Y así les dije una cosa que me parecía importante, allí son todos
muy técnicos, muy científicos: todos físicos nucleares o ingenieros que generan
los programas informáticos para controlar los aceleradores de partículas. Pues
bien, a todos les mencioné una cita que tenía Coderch grabada en su mesa de
trabajo con “dymo” que era de un chaval joven que vivía cerca de vosotros, en
las montañas, llamado Albert, Albert Einstein, y que decía que, “en el misterio, está la esencia de la
ciencia y el arte verdadero”. Y, a pesar de que, de alguna manera, los
científicos se creen que el progreso es objetivo y la ciencia mejora al mundo, mientras
el arte no, todo está relacionado. Es cierto que el concepto de progreso en arte
no existe: por ejemplo una virgen del Renacimiento no es mejor que una virgen
gótica, o una escultura del siglo XX no es mejor que una del siglo XVIII, porque
el arte, lo que tiene que hacer, es representar a su tiempo (y no siempre los
tiempos van a mejor); lo que sí que es cierto es que, si nos olvidamos del
misterio, si nos olvidamos de las cosas no cuantificables, llega un momento en
el que, al final, es muy difícil ligarlo todo, y entonces, hay un momento en
que la esencia se pierde. Sin ir más lejos, Einstein se murió buscando la
esencia del mundo, esa ley que hubiera permitido relacionar las leyes
gravitatorias y las electromagnéticas. Lo cierto es que hay una única ley en la
vida y esa ley está basada, muchas veces, en el misterio, en la sorpresa.
Yo, a veces, me planteo ¿quién
conoce mejor una rosa, el que la huele y se la da a su novia, a la persona que
quiere, o el que la disecciona y la mira en el microscopio para ver los sépalos,
los estambres, el pistilo y no sé qué más?... Sinceramente, igual el poeta sabe
más y mejor cómo es una rosa... Son puntos de vista que, me parece, que no
debemos de perder nunca, en este contexto, cada vez más parametrizado, el
futuro va hacia allí, pero al mismo tiempo, cada vez es más importante para
darle la vuelta, a nivel de sorpresa. Yo creo que estas cosas son importantes,
también.
AP- El arquitecto
especialista se está imponiendo frente al
generalista ¿es imperativo que el arquitecto se
especialice? Y por
otro
lado,
parece
que internacionalmente se valora
la formación del arquitecto español y su conocimiento extenso ¿la nueva formación del arquitecto
puede cambiar esa apreciación?
OM- Yo recuerdo haber leído en un número de la Revista “El Croquis”
una memoria de no sé quién que decía: en
este país uno hace una biblioteca y acaba especialista en bibliotecas,
porque sólo puedes acabar presentándote a concursos para hacer bibliotecas.
Por ejemplo, ahora si
quiero hacer una escuela pública, tengo que llamar a mis amigos José Miguel
Roldán y Mercè Berenguer o a Joan Casanovas o a una serie de gente para hacer
un proyecto conjuntamente con ellos porque yo por currículum, aunque hayas
hecho montones de cosas, no puedo optar ni a presentarme al concurso de turno.
Creo que la propia administración, con estos temas de puntuación que tiene, no
está ayudando a que entre savia nueva, me refiero, sobre todo, a los jóvenes
para que puedan entrar en la rueda. Tienes que entrar desnudándote, porque lo exige el guion, cuando
empiezas y, después, a partir de ahí, si ya has ganado 3, vamos a ver si lo
puedes hacer solo.
Esto es tan complicado que yo
sé que, por ejemplo, cuando he estado con proyectos internacionales en Rusia,
en Argelia, en Colombia y en otros sitios en los que hemos ido a trabajar,
además de un cierto fracaso que tuvimos en Estambul que prefiero no recordar, o
cuando me invitan ahora, en Marruecos, a hacer un concurso restringido para
hacer una ciudad universitaria y claro, yo no tengo currículum, entonces, lo
primero que hago es hablar con Carles Jaén (del despacho de Brufau) y le
pregunto ¿a quién puedo llamar? y
entonces me dice: habla con Lluís Cantallops y su mujer, Marta Vicente, porque
ellos han hecho varios Campus. Creo que la manera más lógica de cooperar con
otros despachos es ir a medias y hacerlo a medias.
La gente te pide, cada vez
más, una especialización pero yo sí que creo que, por otro lado, la formación
generalista de los arquitectos nos permite llegar a cosas, ya no propiamente
dentro de la disciplina arquitectónica, sino de la gestión, de la organización,
de la edición… de otro montón de cosas que un especialista en hospitales no
sabe. Yo, ahora, con un cliente con el que estamos haciendo un posible proyecto
(y digo posible, porque aún no está encargado), me decía: “me gustaría hacer
una clínica de 12.000 m²” y le dije que
yo he hecho 3 clínicas y me respondió: “¿también hace clínicas?”: Yo hago
lo que puedo, viviendas, escuelas, equipamientos, oficinas, sedes corporativas...
Lo que pasa es que la gente te tiende a encasillarte. Para Inmobiliaria Colonial
soy un arquitecto que toca patrimonio y hace edificios singulares. En cambio,
para otra gente, sólo he hecho viviendas de promoción. Yo insistiría por ser
generalista, aunque esto me haga perder muchos concursos a los que no puedo ni
entrar.
Constructora Xedex, S.A., es una empresa fundada el 2 de julio de 1986, dedicada a todo tipo de obras de edificación.
Podemos resaltar nuestra adaptabilidad a muy diferentes tamaños y ritmos de obras desde trabajos de mantenimientos y reformas, de rehabilitación de locales comerciales, viviendas y oficinas a la construcción de edificios de nueva planta y restauración de patrimonio arquitectónico, teniendo por ello volúmenes y plazos de obras muy variables.
Constructora Xedex, S.A., da trabajo a más de 50 colaboradores entre directivos jefes de obra, encargados, personales de obra y personales de oficina.
El equipo técnico está formado por: 3 Arquitectos, 2 ingenieros industriales, 5 Arquitectos Técnicos.
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Me parece un espacio magnífico. Allí estaré el sábado para oir las explicaciones de Raúl Sánchez